El niño que cambiaba de forma: la historia de una detransición

Me llamo Shape Shifter [Cambiaformas].

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Si bien el nombre no es mío, siento que me describe perfectamente. He atravesado los confines más oscuros del llamado “espectro de género” en busca de mi mismo y pase por  varias transformaciones durante el proceso.

Ahora puedo decir que soy un hombre gay de 31 años que vivió como una mujer transgénero durante una década.

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Crecí en un país mayoritariamente musulmán en Europa del Este. Desde mis primeros años, era “de género no conforme “, e incluso antes de llegar a la pubertad sabía que no era como los otros niños. Pero a medida que crecí, me di cuenta de que mi sexualidad y el deseo de presentarme de la manera en que me sentía más cómodo no era aceptado dentro de la sociedad en la que había nacido. Fui rechazado tanto en la escuela como en el hogar. Acosado por mis compañeros y tratado como un peso familiar debido a mi feminidad.

Mi padre me decía que “no era un verdadero hombre”.

Mi madre expresó vergüenza por mi estatura y mis atributos físicos.

Uno no tarda mucho en ahogarse cuando te arrojan dentro de un mar de resentimiento sin salvavidas.

Lento pero seguro, comencé a odiar todo sobre mi persona. Mi cuerpo y gestos “femeninos” eran una carga, al igual que mi sexualidad. Aún así, todo en lo que podía enfocarme era en mejorar mi inglés con el sueño de poder dejar mi país y mudarme a occidente.

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Cuando tenía 20 años, ese sueño se hizo realidad. Me mudé a los Estados Unidos para comenzar la escuela de posgrado y, por un momento, respiré el aire fresco de una liberación que nunca antes había sentido. Finalmente pude dejarme crecer el cabello vestirme a gusto mío, y ser abiertamente gay sin temor a la represión.

Pero ese momento fue trágicamente breve.

Una pregunta bien intencionada de un compañero pondría fin a la libertad que estaba disfrutando.

“¿Cuáles son tus pronombres?”

Estaba confundido, yo era un no iniciado. Nunca antes había estado expuesto a los conceptos presentes en la ideología de género contemporánea y comencé a investigar como lo haría cualquier persona curiosa. Poco entendía en ese momento, con cada página que leía y cada concepto que aprendía me alejaba más y más de la liberación que apenas había comenzado a disfrutar.

Ante una avalancha de testamentos de afirmación y validación, comencé a convencerme de que era una “mujer heterosexual” atrapada en un cuerpo de hombre. Después de la vida que había vivido, forjada con tanta represión y condena, casi tenía sentido.

De hecho, lo explicaba todo. Las razones por las cuales nunca encajé o me sentí cómodo con mi cuerpo de repente se volvieron muy claras. La lógica detrás de esto es que también prometía un salida, algo que había estado buscando desesperadamente durante toda mi vida.

Podría liberarme de la homosexualidad de la que me había avergonzado desde mis primeros años. Podría liberarme de ser un hombre “femenino”. Podría ser una mujer heterosexual. Entonces podría ser aceptado, encontrar el amor y vivir una vida normal.

En mi entusiasmo, casi de inmediato comencé a presentarme como una mujer transgénero. Me distancié de mi homosexualidad y mi masculinidad. Cambié mis pronombres y rápidamente cambié mi nombre y documentos legales.

Pero a pesar de mis sentimientos iniciales de que había hecho lo correcto, la solución, la libertad, que buscaba seguía fuera de mi alcance.

Si bien mientras crecía me habían dicho que era demasiado “femenino”, mis compañeros sexuales masculinos ahora me decían que era demasiado “masculino” y no lo suficientemente femenina. Decidí que debía ser porque mi “cuerpo equivocado” aún necesitaba corrección médica.

Pude obtener hormonas feminizantes con bastante rapidez a través de Fenway Health en Boston, Massachusetts, solo requerían que les dijera que estaba viviendo como mujer y que “me sentía” como una hembra por dentro. Poco tiempo después, tuve cirugía de feminización facial e implantes mamarios.

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Si bien mi grupo de citas aumentó inicialmente, los miembros de mi comunidad transgénero me dijeron que los hombres que se sentían cómodos con mi pene eran “cazadores de transexuales” que no me veían como una mujer real. Esto, junto al hecho que estos hombres evitaban profundizar la relación fuera del encuentro sexual, me hizo sentir que nunca encontraría el amor verdadero hasta que hubiera completado todos mis procedimientos quirúrgicos asociados a la transición. Mi salud mental comenzó a deteriorarse y me decidí por una cirugía de glúteos para hacerme feliz.

Terminé recibiendo dos cartas de profesionales de salud mental de Fenway Health que decían que padecía de un trastorno de identidad de género y que era un buen candidato para cirugía de reasignación de sexo. En ningún momento me preguntaron sobre mi trauma infantil, la represión de mi sexualidad en mi país de origen, o incluso si tenía algún problema de salud mental comórbido. Asumieron que mis problemas de depresión y ansiedad se debían a un trastorno de identidad de género y que una intervención médica radical sería la solución.

Me operaron en el 2015 y mi vida ha sido infernal desde entonces.

La “neo-vagina” que el cirujano había construido era demasiado apretada para disfrutar del sexo con penetración cómodamente, y comencé a perder profundidad rápidamente a pesar de las rigurosas y dolorosas dilataciones debido a que mi cuerpo estaba rechazando el canal como si fuera una herida que constantemente intentaba curar.

Al cabo de unos meses, estaba de nuevo en la mesa de operaciones para ampliar el túnel construido. El cirujano me culpó por no dilatar lo suficiente, aunque había seguido todoas las instrucciones  al pie de la letra. Incluso después de salir del hospital, perdí una pulgada profundidad del canal durante el viaje de Pensilvania a Massachusetts, mi cuerpo seguía tratando esta creación quirúrgica como una herida que necesitaba cerrarse.

A pesar de todos mis esfuerzos, la mayoría de los cuales terminaron en una incomodidad extrema al orinar, el canal seguía estrechándose.

Mi segunda revisión fue con un cirujano diferente, el extrajo tejido de mi colon para agregarlo al canal reconstruido. Al paso de un mes, el pasaje se volvió a tensar y la dilatación era dolorosa.

Para mi tercera cirugía de revisión, ya había investigado tanto que le estaba rogando al equipo quirúrgico que pidiera suministros específicos para evitar que mi conducto se cerrara nuevamente. Durante esta cirugía, mi hueso pélvico fue limado para hacer más ancha la entrada a mi agujero. Pero después de quitar el stent inflable que habían insertado durante la cirugía, descubrí que se me había formado una fístula colorrectal, una infección similar a un absceso. Tuve que someterme a otra cirugía, en este caso de reparación de fístula.

La cuarta revisión de mi neovagina  provocó que la fístula se abriera de nuevo.

Shape Shifter in a 2017 YouTube video documenting one of his neo-vagina revisions.

Fue entonces cuando me di cuenta de que nadie sabía lo que estaba haciendo. Todo fue experimental. Todo se inventaba a medida que avanzaba, y yo solo era su conejillo de indias.

Más tarde descubrí que el cirujano, el Dr. Salgado, con quien tuve mis últimas tres revisiones, había sido despedido de la Universidad de Miami por tomar fotografías de sus pacientes mientras se encontraban bajo los efectos de la anestesia para luego publicarlas en Instagram.

Actualmente, mi neo-vagina tiene una sola 1 pulgada de profundidad. He gastado miles de dólares viajando por los Estados Unidos tratando de conseguir un cirujano que tenga la solución, pero me han dicho que debido a la cantidad de revisiones pasadas, cualquier nuevo intento podría dejarme necesitando una bolsa de colostomía.

Ahora  entiendo que en mi búsqueda por la libertad… termine mutilando mi cuerpo.

Perdí mis genitales perfectamente sanos. Perdí mis 20. Perdí familiares y amigos. Perdí la oportunidad de tener una vida sexual cómoda y plena.

A pesar de esto, mi seguro pagó más de $250,000 a cirujanos y hospitales por esta estafa medica que realizaron con mi cuerpo. Todos huyeron como bandidos, pero a mí no me quedó nada positivo que mostrar. Ninguno de esos cirujanos que se llenaron los bolsillos con mi trauma me ha llamado para ver cómo sigue mi caso, para preguntarme sobre mi calidad de vida o ver si todavía sigo con vida.

En el 2018, subí mi primer video de YouTube acerca de mis complicaciones. Para ese entonces, todavía vivía como “mujer” y había pensado en documentar mis pensamientos y experiencias, ya que creía que eran extraños.

Pero después de subir mis primeros videos, muchas personas transidentificadas me escribieron y me explicaron que estaban viviendo situaciones parecidas. Me di cuenta de que había muchas personas con complicaciones, pero no estaban incluidas en ninguna estadística o datos oficiales.

 Mi viaje comenzaría y terminaría con una investigación.

Descubrí que los tratamientos hormonales para la disforia de género ni siquiera contaban con la aprobación de la FDA. Que no se hicieron estudios para comprobar si la terapia de reemplazo hormonal era segura a largo plazo. Y, tal como lo había pensado, todas las cirugías resultaron ser experimentales.

Pero sobre todo, me di cuenta de que yo no era una “mujer”. Yo era un hombre gay al que le habían vendido una mentira.

Después de todo lo que he vivido. Me doy cuenta de que la transición médica destruyó mi salud mental y física y redujo sustancialmente mi calidad de vida.

A los 31 años, tengo osteoporosis y escoliosis por el impacto de la terapia de reemplazo hormonal. De hecho, mi testosterona estaba tan baja que en enero comencé a tomarla para mejorar mi densidad ósea. El aumento de mis niveles de testosterona desencadenó una serie de emociones extremas hacia mi transición. Era como si una parte de mi cerebro que había quedado inactiva se despertara, y de repente me invadió un profundo sentimiento de equivocación del que nunca podría deshacerme.

Estaba a punto de colapso y me llegaban ideas suicidas. Entrar en terapia me ayudó a darme cuenta de que tenía un fuerte trauma infantil que debió ser abordado antes de permitirme proceder con una intervención médica irreversible. Descubrí que sufría de trastorno límite de la personalidad, así como dismorfia corporal, y que sin importar cuán lejos llevara mis modificaciones quirúrgicas, nunca me habría sentido “a gusto” en mi cuerpo.

Desde que inicié mi detransición , he hablado con muchas personas como yo, cuyas historias son importantes y merecen ser escuchadas. De hecho, creo que la comunidad de detransicionistas crecerá exponencialmente en los próximos años. Es triste pensar en los padres que algún día caerán en cuenta de que arruinaron el cuerpo de sus hijos al “afirmar” como ellos escogieron identificarse en un momento dado: niños que pueden haber sido homosexuales o de género no conforme como yo.

También he recibido críticas de aquellos que todavía suscriben a la ideología de género que afirman que hablar sobre mis experiencias les quitará la atención medica que “salva vidas” a las personas trans.

Pero yo recibe ese tratamiento. ¿Y cómo quedó mi vida?

A veces siento que estoy en una pesadilla de la que despertaré. Mis ojos se abrirán y tendré mi cuerpo original con toda mi vida por delante para tomar decisiones. Desde que comencé con la testosterona, a veces también tengo síntomas de “pene fantasma” que son extremadamente traumáticos.

La detransición médica es todavía más experimental que la transición médica, pero ahora no me apresuro con el proceso. Una cosa es segura: nunca más me identificaré como mujer transgénero, una etiqueta que no solo respalda a la experimentación médica inescrupulosa, sino que también tiene un impacto negativo en los derechos y la dignidad de las mujeres.

Mi concepto de libertad es ahora distinto al que manejaba durante esos años, pero irónicamente, los desafíos son los mismos.

Además de las críticas por parte de los defensores de la ideología de género, también recibo críticas por tener el cabello y las uñas largas e identificarme como hombre. Una vez más, me critican por no encajar con ciertas definiciones rígidas de la masculinidad, precisamente lo que originalmente me llevó a esta búsqueda.

Pero ya he abandonado la idea de tratar de ‘corregirme’ para complacer a los demás.

He terminado con los cambios de forma.


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Shape Shifter
Shape Shifter
Shape is a guest opinion contributor at Reduxx. He is a recently detransitioned male who now advocates for the rights of gender nonconforming people to be protected from medical transition.
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