PAÍSES BAJOS: Los “megaburdeles” y el fracaso del “comercio sexual legal”

Las tristemente célebres ventanas iluminadas sobre un fondo rojo pronto podrían desaparecer de Ámsterdam, ya que la capital holandesa prueba una nueva estrategia para lidiar con la continua actividad delictiva que asola sus barrios rojos legales.

Aunque Ámsterdam se ha convertido en sinónimo de prostitución legal y normalizada en la cultura popular, la ciudad está teniendo dificultades para combatir los desagradables efectos secundarios de tener una libertad sexual sin límites, y está luchando contra todo tipo de problemas, desde basura por todas partes, disturbios por borrachera, masturbación pública, violaciones y tráfico de personas en lo que una vez fue considerado como un modelo de cómo tratar la prostitución.

¿La respuesta de la ciudad? Construir un gigantesco “centro erótico” de varios plantas con 100 habitaciones de alquiler. La ciudad está cortejando a los inversores y se les pide que propongan un plan que incluya seguridad, servicios sociales, atención sanitaria, hostelería, un club de striptease, entretenimiento, educación sexual y actos del Orgullo para el público, con la esperanza de que el comercio sexual en Amsterdam sea por fin “limpio” y “seguro”.

En otras palabras… un megaburdel.

El “Barrio Rojo” de Ámsterdam.

No es una idea novedosa.

En Alemania, estas ciudadelas de la industria del sexo existen desde hace décadas. Por ejemplo, tomemos el Pascha de Colonia, un rascacielos de 12 plantas y 126 habitaciones construido a principios de la década de los 70 con el propósito específico de sacar la prostitución del centro de la ciudad. El proyecto contó con la bendición del gobierno local, y el edificio dispone de una economía interna autónoma que incluye un restaurante, una pizzería, varios bistros y bares, un salón de belleza, una boutique de ropa, un estudio de bronceado y un gimnasio. El burdel tiene incluso su propio periódico.

La planta baja está ocupada en gran parte por un club de striptease que se alquila para eventos culturales, como conciertos. En 2013, había 150 mujeres alquilando habitaciones y 90 empleados suplementarios trabajando en el bar, limpiando, cocinando, proporcionando seguridad y realizando tareas administrativas.

Durante una entrevista televisiva, el propietario, Hermann Müller, presumió de que todas las mujeres pagaba sus impuestos y estaban aseguradas y bien atendidas.

El dueño del burdel “Pascha”, Hermann Müller.

A pesar de todas estas medidas supuestamente maravillosas para “proteger” a las mujeres prostituidas, un putero robó y apuñaló a una mujer tailandesa de 28 años hasta matarla dentro de su habitación en Pascha en 2003. Al año siguiente, una redada policial descubrió que dos niñas de 15 años habían estado trabajando en el burdel. Un año más tarde, las autoridades descubrieron armamento y cocaína en el edificio, y detuvieron a 23 personas que tenían documentación falsa. Entre ellos había jóvenes africanas cuyas edades no pudo verificarse.

Varias organizaciones de ayuda pueden dar fe de otros casos de trata relacionados con Pascha o sus burdeles afiliados a lo largo de los años, incluida una joven de 17 años a la que no se le había permitido salir de su habitación durante 9 meses. En 2006, un putero casi mata a otra chica con un cuchillo. En 2015, un hombre casi estrangula a una mujer que había alquilado; la víctima pulsó en el último momento el botón de pánico para pedir ayuda. Uno de los incidentes más perturbadores que recuerdo tuvo lugar en 2007, cuando una chica de 18 años dio a luz dentro de un burdel de la cadena Pascha en Salzburgo, Austria. En un estado de conmoción total y psicosis postnatal, tiró al bebé por la ventana.

Y estos son sólo algunos de los incidentes que salieron en la prensa, y ni son remotamente exhaustivos.

Los burdeles legales suelen alegar la contratación de servicios de seguridad como prueba de que se preocupan por el bienestar de las mujeres que están dentro, pero quienes conocen el sector saben que la “protección” conlleva una oscura contrapartida.

“Guenther, 55”, de los retratos de puteros alemanes de Bettina Flitner.

Como pueden atestiguar muchas sobrevivientes de la prostitución, los hombres que trabajan en la seguridad de los burdeles son a menudo individuos peligrosos y no necesariamente “aliados” de las mujeres. Las empresas de seguridad son conocidas por estar dirigidas por pandilleros y ex convictos, y Pascha es un excelente ejemplo de ello.

En 2010, cinco porteros de burdeles fueron acusados de agresión con agravantes por golpear hasta casi matar a un hombre que probablemente era miembro de una pandilla rival. Un testigo describió que llevaban guantes con inserciones de arena en los nudillos y zapatos con puntas de acero. Se considera que ambas cosas se usan para fácilmente intimidar y golpear a las mujeres para que guarden silencio.

Esto es exactamente lo que sucedió en el megaburdel Paradise de Stuttgart, Alemania. El autodenominado “centro de wellness” recibió una financiación de 6,000,000 euros (aproximadamente 6.5 millones de dólares estadounidenses) en 2008. Los operadores se jactaban de tener dos administradores para las quejas de las mujeres, un ginecólogo en la plantilla y mesas redondas con reguladores municipales, funcionarios de Hacienda y policías. Otras supuestas muestras de generosidad incluían eventos educativos para las mujeres sobre fondos de jubilación y alimentación sana.

Todas las mujeres prostituidas en Paradise tenía que rellenar un formulario con las prácticas sexuales precisas que ofrecían, aceptar que se rastrearan sus idas y venidas, y permitir que su documentación se compartiera abiertamente con las autoridades.

Y, sin embargo, a pesar de todas estas medidas, solo llevó un año descubrir a la primera víctima de trata: un joven de 18 años que estaba siendo explotado por un amigo personal de los operadores del burdel.

La policía hizo una redada en Paradise en 2014, y sus propietarios fueron acusados de tráfico sexual, agresión física y de “marcar” por la fuerza a las mujeres como si fueran ganado humano.

Apenas dos años después, un hombre casado y padre de cuatro hijos apuñaló a una mujer prostituida rumana de 25 años hasta matarla, y poco después el director de relaciones públicas de Paradise fue condenado por agresión física, la décima vez que era acusado por un tribunal alemán.

Los operadores de Paradise finalmente tuvieron que rendir cuentas en 2019 después de admitir haber utilizado pandillas para mantener el burdel “abastecido de mujeres”. Las víctimas a menudo eran violadas por hasta 10 hombres al día. Y todo ocurría en un burdel legal, “limpio” y bien dotado de personal.

Un burdel con múltiples ofertas en Berlín, Alemania. Crédito de la foto: Pellepojken.

Pero Pascha y Paradise no son casos aislados.

El Leierkasten (Organillo), el burdel más grande de Baviera, estuvo regentado durante años por un hombre implicado en asesinatos por encargo.

El Artemis en Berlín, un megaburdel famoso por haber acogido a Hasan Piker, streamer socialista y partidario del “trabajo sexual”, era conocido por haber sido un sitio de tráfico sexual en el que participaban los Hells Angels turcos.

Se descubrió que la cadena Pussy Club (nota de la traductora: pussy es gatito, pero también coño), un burdel de “todo lo que puedas follar”, estaba implicada en la trata de mujeres rumanas muy jóvenes que eran violadas por hasta 60 hombres al día, algunas hasta el punto del colapso.

La cadena de burdeles Eros Center ha sido escenario de varias violaciones, secuestros, tráfico de adultos y menores, así como asesinatos.

Se ha descubierto que muchos otros megaburdeles son lugares de actividad delictiva: la lista es interminable.

Hay pruebas abrumadoras de que, a pesar de las afirmaciones de los activistas liberales, los megaburdeles, al igual que otras manifestaciones del comercio sexual “legal”, solo benefician a proxenetas y clientes. Pero más allá de eso, existen como una especie de marcador distintivo en el paisaje de una ciudad que deja clara su posición sobre el lugar de la mujer como mera mercancía.

Tales instituciones dan un barniz de legalidad y seguridad, pero no ofrecen ninguna de las dos cosas. Sus estrechas economías internas son un regalo para los traficantes sexuales que pueden dejar que sus víctimas coman pizza, vayan a la peluquería y se sometan a pruebas de detección de ITS (Infecciones de Transmisión Sexual) sin salir de las instalaciones. Las idas y venidas de las mujeres están estrictamente controladas por los porteros, a su vez un grupo de hombres muy turbio

Como si no fuera ya obvio que tales instituciones intentan mantener sus actividades en la oscuridad, la mayoría de los megaburdeles también prohíben la entrada a mujeres no prostituidas, no vaya a ser que sean acosadas sexualmente o perturben el ambiente de “cueva para hombres” al presenciar lo que realmente sucede entre esas paredes.

Pero lo que ocurre dentro suele salir a la calle, y a veces se ve a clientes del burdel completamente borrachos en los alrededores. Tales preocupaciones ya han llevado al megaburdel de Ámsterdam a considerar su reubicación. Una madre holandesa habló recientemente con la prensa local y expresó su preocupación porque uno de los sitios propuestos estaría demasiado cerca de la escuela primaria de su hija.

La realidad es que estos “megaburdeles” no contribuyen en nada a mejorar la seguridad o la dignidad de las mujeres prostituidas que se encuentran en su interior, y tendrán un éxito dudoso, en el mejor de los casos, en su intento de contener la suciedad que el comercio sexual atrae a todo lo que lo rodea. En todo caso, la última iniciativa de Amsterdam debería verse como una admisión de que su proyecto de comercio sexual legal ha sido un fracaso. Ahora, en lugar de desandar lo andado, simplemente está tratando de controlar su impacto profundamente perjudicial.

La ciudad recibirá el dinero de sus impuestos, pero si la historia nos enseña algo, es que las mujeres dentro del “megaburdel” no se van a ir con muchas ganancias, si es que pueden irse.


Reduxx es una nueva plataforma en pro de los derechos de la mujer y de los menores de edad con noticias y artículos. Somos 100% independientes! Colabora con nuestro proyecto uniéndote a nuestro Patreon.

Elly Arrow

Elly is a guest writer at Reduxx. She is a vocal advocate for the abolishment of the sex industry, and analyzes the intersecting issues of female poverty, lack of rights for migrant women, intimate partner violence and sexual trauma. Elly is the creator of Die Unsichtbaren Männer (The Invisible Men), a project documenting the attitudes of sex buyers in Germany.

Elly Arrow
Elly Arrow
Elly is a guest writer at Reduxx. She is a vocal advocate for the abolishment of the sex industry, and analyzes the intersecting issues of female poverty, lack of rights for migrant women, intimate partner violence and sexual trauma. Elly is the creator of Die Unsichtbaren Männer (The Invisible Men), a project documenting the attitudes of sex buyers in Germany.
READ MORE