Según la historiadora Bettany Hughes, de toda la historia escrita y registrada, solo el 0,5% trata sobre mujeres. a pesar de que las mujeres constituyen consistentemente alrededor del 50% de la población.
Pero aún con todas las probabilidades en su contra, muchas mujeres y niñas increíbles desafiaron los confines a menudo opresivos de sus roles de género para convertirse en nombres fácilmente reconocibles. Eso es positivo. Después de todo, que las niñas tengan una amplia gama de personajes del mismo sexo a las que admirar y en quien inspirarse deberían ser, obviamente, algo bueno. Y, por supuesto, nadie se opondría a reconocer a las grandes mujeres de la historia que ya tienen tan poco espacio para brillar de por sí, ¿verdad?
¡Ja! ¡Falso!
En los últimos años, los ideólogos de género han pasado sus enormes gomas de borrar por los libros de texto de historia en un intento de redefinir y corregir documentos para meterse donde nunca antes habían sido mencionados. Como en todos los demás temas, los ideólogos son particularmente duros cuando se trata de mujeres.
Las grandes mujeres de la historia no se han librado de la influencia de la ideología de género que es, en sí misma, históricamente inexistente. Después de todo, la teoría de género moderna es un concepto nuevo. El concepto de género tal como lo entendemos fue acuñado en la década de los 60 por el sexólogo caído en desgracia John Money (aquí en español). El término “transgénero” también se acuñó en la década de los 60, pero no ganó popularidad hasta hace unos años. Del mismo modo, “no binario” no existía hasta la década de los 90.
Aplicar términos relacionados con la “identidad de género” a individuos que existieron mucho antes que esos términos no tiene objeto, y es más un tipo de fan fiction extraño que otra cosa.
Pero eso no ha detenido a los trans-historiadores de la trans-historia. Armados con estereotipos sexistas, han pasado revista a las grandes mujeres de la historia, y han “corregido” amablemente el testimonio de las vidas de aquellas que, en su opinión, no eran lo suficientemente “femeninas”. Todo en nombre de romper el binarismo de género, por supuesto.
El ejemplo más reciente es Juana de Arco. Juana fue una heroína francesa que llevó al ejército francés a la victoria contra los ingleses en 1429, supuestamente después de recibir inspiración divina. Cuando conducía a las tropas a la batalla, se ponía ropa y armadura de hombre por ser más prácticas. Después de ser capturada por los ingleses en 1430, fue juzgada en un tribunal popular por cargos de brujería, herejía y por desafiar la ley divina por haberse vestido de hombre. Fue quemada viva en 1431 a la edad de 19 años.
Una historia increíble de una mujer inspiradora y poderosa.
… Hasta ahora.
El 11 de agosto, el teatro londinense Shakespeare’s Globe anunció su próxima obra I, Joan (Yo, Juana), que iba a reescribir la historia para volver a Juana no binaria y hacer que utilizara los pronombres “elle/elles”.
En la descripción de la obra se lee: “Rebelándose contra las expectativas del mundo, cuestionando el binarismo de género, Joan encuentra su (de elle) fuerza y su (de elle) fe se extiende como el fuego”.
Si bien es cierto que Joan desafió las expectativas del mundo sobre ella, la implicación de la escritora Charlie Josephine (no binarie) de que era menos mujer por hacerlo, no hace más que reforzar estas expectativas sociales de lo que debería ser una mujer.
Llamar a Joan “elle” en lugar de “ella” no hace nada por cuestionar el binarismo de género. En lugar de reconocer que Joan fue una mujer que superó las expectativas que se le impusieron debido a su sexo, Josephine sugiere que ser mujer no es más que el cumplimiento de esas mismas expectativas.
Rechazar los roles de género como la feminidad y la sumisión es rechazar la condición misma de mujer. El binarismo de género no está siendo cuestionado, está siendo ratificado de la manera más extrema posible. Parte de las razones citadas por los ingleses para la ejecución de Joan fue su inconformidad de género. Casi 600 años después, y el mensaje sigue siendo el mismo; las mujeres no actúan de esta manera, las mujeres no se visten de esta manera, las mujeres no son guerreras, las mujeres no son líderes.
Como era de esperar, esta no es la primera vez que Joan ha sido sometida a una transición póstuma.
La polémica clínica privada de género, GenderGP publicó un artículo en su sitio web en 2021 titulado “Personas no binarias en la historia: ¿Por qué no son reconocidas?” e incluyó a Juana de Arco en su desglose.
“La famosa guerrera francesa Juana de Arco usaba pronombres femeninos, pero cuando fue llamada por Dios, asumió ropa y roles sociales exclusivamente masculinos”.
Revolucionario.
Desafortunadamente, Joan no es la única mujer a la que se le ha despojado de su condición de mujer por no ajustarse a su estereotipo de rol sexual.
Una publicación de blog usaba pronombres masculinos para referirse a la fundadora de la enfermería moderna, Florence Nightingale, porque a veces se llamaba a sí misma un “hombre de acción” y un “hombre de ciencia”, y tenía una estrecha y bien documentada relación con una amiga. Argumentaban que era mucho más probable que fuera un hombre que una lesbiana.
La autora de Mujercitas, Louisa May Alcott, también ha sido descrita como “trans” tanto por activistas como por el medio de noticias queer LGBTQ Nation. Un tweet de principios de este año se llevó más de 34,000 me gusta cuando una persona de género especial con gafas redondas declarara firmemente que Alcott era transgénero.
Es cierto… Alcott a menudo expresaba su deseo de haber nacido un niño. Pero, ¿no era más probable que simplemente envidiara la libertad que se les daba a los niños y hombres durante el período en el que vivió?
Luchar por ajustarse a los estereotipos de género y la socialización femenina es un tema importante de la novela más famosa de Alcott. La novela cuenta las historias del paso de la pubertad de cuatro hermanas, dos de las cuales, Amy y Jo, inicialmente intentan liberarse de las limitaciones de los roles de género. La novela cuestiona la validez de los estereotipos de género tanto para hombres como para mujeres. Pero la novela de Alcott, aunque publicada en 1868, es aparentemente demasiado progresistas para los modernos activistas trans que ven el rechazo de Alcott y sus personajes a los roles de género como una señal de que realmente eran hombres.
Otro ejemplo de una mujer “transeada” póstumamente es la diarista y terrateniente, Anne Lister, que ha sido objeto de acalorados debates en los últimos años debido a una placa en su honor que originalmente excluía la palabra lesbiana.
Lister no se identificaba como lesbiana, porque el término no estaba en uso en aquel momento, pero en sus diarios decía que solo amaba el “bello sexo” y describía sus relaciones con las mujeres. Lister también recibió el sacramento con otra mujer en lo que se ha calificado como la primera boda lesbiana en el Reino Unido. Pero los activistas argumentan que, debido al hecho de que Lister se vestía con ropa masculina y había adoptado el apodo de “gentleman Jack”, era en realidad transgénero.
Como era de esperar, las lesbianas históricas se encuentran entre las más propensas a ser transicionadas póstumamente, lo que no hace más que demostrar que la lesbofobia está profundamente arraigada en la ideología de género. Los partidarios de esta visión del mundo llegan incluso a decir que tener aventuras y relaciones con mujeres es una señal de que una mujer no es realmente una mujer.
Y en ningún sitio está esto más demostrado que en el revisionismo histórico que rodea a las “mujeres maridos”. Este fue un fenómeno raro ocurrido entre los siglos XVII y XIX por el cual algunas mujeres intentaban vivir como hombres, y a veces incluso se casaron con otras mujeres en el proceso.
Una de las “mujeres maridos” más notables fue Sarah Paul, que se hacía llamar Samuel Bundy. Paul fue encarcelada después de ser declarada culpable de estafar a una mujer llamada Mary Parlour al casarse con ella como hombre, pero se cree que Parlour fue presionado por su comunidad para presentar cargos contra Paul, ya que sabía que Paul era una mujer a lo largo de su relación.
Otras “mujeres maridos” cuentan historias similares, aunque en algunos casos, su pareja femenina era realmente ignorante de su verdadero sexo y se sorprendió bastante al descubrir que no se habían casado con un hombre, como en el caso de Mary Hamilton.
En 2020, Jen Manion sacó un libro donde afirmaba que de hecho las “mujeres marido” eran transgénero o no binarias, omitiendo totalmente la posibilidad de que pudieran haber sido simplemente lesbianas o mujeres que solo querían las mismas libertades que tenían los hombres. Esta afirmación se ha repetido en The Guardian tan recientemente como el año pasado. Curiosamente, parece que la mayoría de las fuentes anteriores a 2019 veían a las “mujeres maridos” en gran medida como lesbianas que buscaban vivir en paz con sus parejas.
A los defensores de la transición de estas mujeres muertas les encanta afirmar que sus intenciones radican en romper el binarismo de género y desafiar las normas de género, pero, sin excepción, el subtexto siempre es idéntico a la narrativa de los más extremistas de los tradicionalistas misóginos. Así de rápido los destructores del binarismo de género se convierten en la gestapo del binarismo de género.
Las mujeres no pueden ser mujeres a menos que actúen, se vistan, se conforme y amen de maneras muy específicas.
Un ejemplo fantástico de eso es la guerrera vikinga que recientemente fue transeada póstumamente debido a la forma en que fue enterrada.
En la década de los 70 del siglo XIX, cuando su tumba del siglo XX fue descubierta, se asumió en un principio que la guerrera vikinga era un hombre debido a cómo fue enterrada. Pero en 2017, con el avance de la ciencia forense, se descubrió que era una mujer. En lugar de sentir curiosidad y entusiasmo por la perspectiva de conocer a una gran soldado, la revelación dejó a los académicos intentando argumentar que pudo haber sido “transgénero, no binaria o de género fluido“.
A pesar de que esto se promueve como el punto de vista “progresista”, es una línea de pensamiento casi idéntica a la de los investigadores originales que descubrieron los huesos en 1870. Ambos vieron un esqueleto enterrado con honor y con armas y pensaron: “Esto no puede ser una mujer, las mujeres no pueden ser guerreras”.
A lo largo de la historia, mujeres notables han rechazado los roles de género y han demostrado a las generaciones de mujeres que vinieron después de ellas que había muchas maneras de ser mujer. Nos mostraron que las mujeres pueden ser científicas, guerreras, escritoras y mucho más. Abrieron un camino para las mujeres que querían llevar el pelo corto, o usar ropa masculina, o amar a otras mujeres, o incluso vivir independientemente de los hombres. Ahora, los ideólogos de género están tratando de hacer retroceder a la sociedad a la visión rígida de lo que deberían ser las mujeres y los hombres. Si una mujer no se adhiere a estas ideas, no puede ser realmente una mujer.
Me recuerda al inicio del juicio de Juana de Arco: los registros históricos muestran que sus perseguidores se refirieron a su rebeldía hacia los estereotipos de género.
La llamaron escandalosa por “ponerse ropa del sexo masculino”, calificándola de “monstruosidad llamativa y vil” que ignoraba “lo que es honorable en el sexo femenino”.
¡Ah, si supieran que era no binaria!
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