Un académico varón que se identifica como mujer transgénero ha sido galardonado con un premio Pulitzer de crítica literaria, lo que provocó protestas en las redes sociales cuando los usuarios empezaron a llamar la atención sobre su historial de comentarios perturbadores sobre cómo la pornografía influyó en su transición.
Andrea Long Chu, nacido Andrew, se graduó en 2014 en la Universidad de Duke y actualmente cursa un doctorado en Literatura Comparada en la Universidad de Nueva York. En 2021, empezó a trabajar como crítico de libros para la revista New York Magazine, donde sus escritos han recibido un Pulitzer 2023.
En un comunicado de prensa anunciando su nombramiento para el cargo, la editora de cultura de New York, Gazelle Emami, había dicho por aquel entonces: “Andrea es desde hace tiempo una de nuestras escritoras y pensadoras favoritas, y estamos muy contentos de publicar sus críticas incisivas en las páginas de New York y en Vulture con mayor regularidad”.
El anuncio no fue bien recibido en algunas partes de las redes sociales, donde los defensores de los derechos de la mujer criticaron la decisión y señalaron el largo historial de Chu de equiparar la feminidad con la adicción a la pornografía.
En 2019, el primer libro de Chu, Females (Mujeres), fue publicado por Verso Press. La tesis de la diatriba de 94 páginas era que cualquiera puede convertirse en mujer, y que ser penetrado durante el sexo define la feminidad.
“Ser follado te convierte en mujer porque follada es lo que es una mujer”, escribe Chu en el breve libro, describiéndose a sí mismo en el pasado como “un niño triste y pretencioso, furioso por la violación, adicto sin remedio a la pornografía”.
Chu afirma que fue su obsesión con la pornografía lo que lo llevó a comenzar a identificarse como transgénero.
“Casi todas las noches, durante al menos un año antes de hacer la transición, esperaba hasta que mi novia se hubiera quedado dormida y me levantaba de la cama para ir al baño con mi teléfono. Iba a Tumblr para ver una cosa llamada porno sissy. Lo descubrí por casualidad una noche, mientras navegaba perezosamente por una madriguera de conejo pornográfica”, escribe.
El porno sissy es una forma abreviada de pornografía de sisificación, en la que un actor masculino es aparentemente forzado (pero en realidad es un participante voluntario) en su transformación en un “mariquita” o un hombre feminizado. Como género de pornografía transexual o transgénero, esto se consigue normalmente mediante el uso de complementos femeninos, como lencería y maquillaje, pero también puede incluir representaciones de administración de estrógenos. El hombre involucrado a menudo se ve obligado a realizar actos degradantes de naturaleza sexual que se presentan como una ayuda a su feminización.
“La pornografía es lo que se siente cuando crees que tienes un objeto, pero en realidad el objeto te tiene a ti. Por lo tanto, es la expresión por excelencia de la feminidad”, escribe Chu. “El porno sissy me hizo trans … En el centro del porno sissy se encuentra el ano, una especie de vagina universal a través de la cual siempre se puede acceder a la feminidad”.
Su libro, dice Chu, pretendía ser “una anotación ampliada de una obra perdida de Valerie Solanas”, una polémica feminista con un turbulento historial de abusos sexuales que instó mordazmente a las mujeres a “eliminar el sexo masculino” en su obra más conocida, el Manifiesto SCUM.
“Mientras terminaba este libro, una amiga me alertó de la existencia de un video pornográfico en el que una profesora usaba una cita del Manifiesto SCUM para seducir a dos alumnas, convirtiéndolas en lesbianas. Esto tuvo un sentido instantáneo y perfecto. Es lo que Valerie me hizo a mí”, escribe Chu.
Hablando con Vogue en 2019, Chu dijo que parte de su motivación para escribir Females era “sacar de quicio a la gente”. También señaló que había recibido un montón de correos electrónicos de lectores varones que comenzaron a tomar estrógeno después de descubrir su trabajo. El libro fue nombrado finalista del Premio Literario Lambda en la categoría de No Ficción Transgénero. Estos premios cuentan con el respaldo financiero de la organización transactivista Stonewall.
El año anterior, Chu había puesto a prueba su estrategia para “sacar de quicio a la gente” en un ensayo titulado “On Liking Women” (“Acerca del Gusto por las Mujeres”) publicado por la revista N + 1. En él, Chu nombra y critica a varias escritoras feministas prominentes y describe, como una experiencia formativa, su enamoramiento en el instituto de una chica que le confesó que se había dado cuenta de que era lesbiana.
“La verdad es que nunca he sido capaz de diferenciar entre que me gusten las mujeres y querer ser como ellas”, dice. “Hice la transición por los cotilleos y los cumplidos, por el pintalabios y el rímel, por llorar en el cine, por ser la novia de alguien … por los juguetes sexuales, por sentirse sexy, por que me tiren los tejos las marimachos, por ese conocimiento secreto de con cuáles bolleras tienes que andar con cuidado, por Daisy Dukes, los tops de los bikinis, y todos los vestidos, y, dios mío, por los pechos“.
Con “On Liking Women”, Chu se lanzó a la escritura académica sobre el tema de la identidad de género. Ese año, fue invitado a dar conferencias en varias universidades de renombre, donde presentó una charla titulada, “¿El sissy Porn me hizo trans?”
Según su currículum, Chu presentó sus puntos de vista en Columbia, UCLA, UC Berkeley y Vassar College, este último históricamente una institución sólo para mujeres. En la Universidad de Yale, Chu fue invitado a leer su artículo “On Liking Women”. En su página web, Chu se jacta de que el ensayo “se ha convertido en lectura esencial en las clases de estudios de género en todo el país”.
A finales de año, Chu publicó un artículo de opinión en The New York Times sobre sus genitales. Titulado “Mi Nueva Vagina no me hará Feliz”, sostiene que “las cirugías de todo tipo” son “un derecho humano, como lo son la atención médica universal o la alimentación”, y se opone a que sea necesario demostrar un trastorno dismórfico corporal para acceder a ellas.
También participó como revisor de pares en la publicación académica editada por la Universidad de Duke, su alma mater, Transgender Studies Quarterly.
En los años siguientes, Chu haría referencia repetidamente a la influencia de la pornografía en su deseo de tomar hormonas femeninas, e incluso de someterse a cirugía. En 2021, declaró al Proyecto de Historia Oral Trans de Nueva York que “mi adicción a la pornografía había estado todo el tiempo esperando algo como el sissy porno … Te exige que imagines tu experiencia con el porno como algo que te está convirtiendo en una mujer. No solo que estás viendo a la gente convertirse en mujeres, sino que el acto de mirar te convierte a ti en mujer”.
Sin embargo, antes de su incursión en la escritura sobre pornografía y transgenerismo, Chu ya había escrito diatribas sexuales similares sobre el fetichismo racista.
En 2013, con su nombre de nacimiento Andy Chu, escribió un artículo titulado “Soy racista” para el periódico estudiantil de la Universidad de Duke, The Chronicle.
En él, confiesa su fetichización racial y afirma que usa las “cualidades chinas” de su novia para “masajear mi propio sentido colonial del multiculturalismo”.
Bajo su nombre de nacimiento, Chu escribió: “Me entusiasma la idea de tener hijos mestizos, pero me recuerdo a mí mismo que nunca los criaría con una noción china retrógrada de la familia. La cosifico. La exotizo. Veo su raza y su género antes de verla a ella”.
Chu no es el único destacado activista trans que ha afirmado que la pornografía afectó su percepción de las mujeres y su deseo de “transicionar”.
El sexólogo al que se le atribuye haber acuñado el término “identidad de género” (artículo en español) había recomendado mostrar pornografía a los niños para desarrollar su sentido interno de “género”. John Money realizó experimentos con niños con este fin, tanto fotografiándolos imitando actos sexuales como exponiendo a menores a la pornografía desde una edad temprana.
Otro activista trans que fue elogiado en los principales medios de comunicación durante la década de 2000, Dana Rivers, hizo una declaración similar (artículo en español).
“La pornografía me ayudó a entender que mi desvío mental friki de género es saludable, cuerdo y deliciosamente irracional”, tuiteó en 2010. Rivers, nacido David Chester Warfield, fue declarado culpable el año pasado del triple homicidio de una pareja de lesbianas y su hijo en 2016.
Antes de su carrera como activista, Rivers había sido un notable participante en Camp Trans, una organización que se creó en protesta por un evento exclusivo para mujeres, Michigan Womyn’s Music Festival (MWMF), coloquialmente conocido como MichFest, al que las víctimas de Rivers asistían con frecuencia. El objetivo de Camp Trans era presionar a los organizadores del evento para que permitieran la asistencia de hombres.
Mientras expresaba admiración por los manifestantes de Camp Trans, Chu comentó: “Si alguna vez hubiera tenido la suerte de asistir al legendario ropa-es-opcional Festival de Música de Michigan Womyn’s antes de su desaparición a manos de activistas trans en 2015, puedes apostar tus Birkenstocks a que no habría sido por la música”.
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